La humedad se palpa en el ambiente. El cielo se tiñe de un gris marengo indicando
que, tras el imparable llanto de las nubes, se avecina una fuerte tormenta; el
cielo parece disgustado. Continúo mi andadura por la jungla cuando oigo lejanos
sonidos que quieren ser escuchados,
por lo que me dirijo hacia ellos.
Decido tomar un atajo para llegar con mayor rapidez. Miro a mi alrededor y
reflexiono acerca de cómo la flora y la fauna de esta jungla han captado
siempre mi atención. La flora, porque, a pesar de su inmensidad, serenidad,
paciencia y capacidad de protección - ese fuerte poder - en la mayoría de los casos
no se manifiesta, mostrándose inamovible; tan solo comparte espacio con la
realidad de su entorno. Sin embargo, en el caso de la fauna es diferente, pues
dependiendo del animal con el que te cruces puedes llegar a conocer el
significado del miedo.
A mi derecha, casi imperceptible, observo un camaleón. Sus ojos con un
ángulo de visión de casi 360º parecen tenerte controlada en todo momento. Su
lengua larga y veloz es capaz de alcanzar cualquier rumor y su habilidad para
mutar el color de la piel le permite escaquearse de las situaciones difíciles.
Unos pasos más allá, percibo una mirada amenazante, enmarcada en negro, vigilándome
durante todo el recorrido, con intención de saber más de mí, se trata de un
lémur. Sigo hacia delante y me tropiezo con un animal imponente, vestido con
tonos llamativos. Un sangre fría que regula su temperatura corporal en función
del medio en el que habita. Fuerza oculta, lengua bífida y peligrosa. Presiento
que llega mi fin, pero tras unos segundos descubro que no soy su tipo de presa,
que no le intereso, y se marcha serpenteante.
Por suerte, a pocos metros de distancia, alcanzo los sonidos; provienen de aquellos seres necesarios para mantener el
equilibrio del ecosistema. Son las voces de los animales que no se rinden, las
que representan aquellas personas que creen en ellas, en las mujeres que están
sufriendo y en las que ya no están. Se convierten en grandes apoyos,
intervienen, permiten expresarte en libertad, ser escuchada y aconsejada desde
el respeto y el cariño, te ayudan a la hora de denunciar y de actuar. Tan solo
piden a gritos que se haga justicia con todos esos “animales salvajes” que
tanto daño han hecho, hacen y harán.
Dejemos de ser flora que observa, desde la distancia, lo que ocurre a su
alrededor y pasemos a ser ese animal que lucha a diario por los derechos de los
de su especie.
#historiasdeanimales
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